enero 24, 2010

¿A qué jugamos?


El tiempo en nuestra vida es algo esencial, siempre decimos que necesitamos más tiempo, que la vida es corta, que el tiempo es dinero. Y entonces algunos proclaman conocer la manera más eficaz de administrar el tiempo. Algunos compran agendas, otros complementan a esa agenda una persona-alarma, la cual dice en todo momento las próximas actividades a realizar. Y así, la gente sale día a día a cumplir sus horarios, casi inconcientemente. Pero claro, esas actividades generalmente se olvidan de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestra salud. Llenamos la agenda de eventos relacionados al trabajo, a reuniones sociales sin importancia, y toda clase de proyectos que sólo sirven para mejorar profesionalmente. 
 Entonces ocurre, sin previo aviso y sin una cita fijada, que lo importante empieza a recordarnos, como una secretaria atenta a nuestra agenda, que le quitamos todo el tiempo posible. La familia comienza a surcar senderos no tan firmes, los amigos continúan una vida sumida en sus preocupaciones y prioridades, y la salud recuerda que no fue tema de conversación en ninguna reunión de trabajo con el jefe. Y ahí estamos, con un trabajo sensacional, al que poco a poco le tendremos que restar tiempo de la agenda para poder ocuparnos de la salud, que también sin aviso previo, requiere atención especializada y hasta a veces una estadía en un hospital 5 estrellas. Bueno, sin lugar a dudas, la lista de actividades subsiguientes puede ser interminable, sin contar los momentos con familiares y amigos que completan el calendario anual. 
 Por un momento interrumpí mi vida, borré algunos horarios y dispuse de unos minutos sólo conmigo, y salí afuera de la ciudad. Tomé el camino por la ruta menos transitada, y a unos kilómetros de distancia, me desvié y detuve el auto. Y así me senté al lado del camino, e intenté no pensar en nada, al principio me costó, pero lo logré. Unos instantes después surgen las primeras imágenes. Es de una pareja adulta, junto con 5 personas más jóvenes, sentados en el living de una casa y jugando a las cartas mientras en la habitación contigua, un grupo de chicos juega al karaoke. Sí, definitivamente soy yo, mi esposo y mis hijos. Los chicos cantando, mis nietos. La imagen es muy clara. Mis pensamientos me transportaron al lugar que quiero ocupar en un futuro lejano. Y luego sigue la cadena de preguntas que deviene a esta imagen.  
Por qué llegué a esta situación de agenda ocupada. Cuáles son mis prioridades en la vida. Qué estoy haciendo para lograr aquello que me propongo. Miré otra vez la imagen y me di cuenta que en ella no aparecían ni jefes, ni agenda, ni reuniones. Entonces atisbé el primer rayito de claridad. Miré el grupo de adultos jugando y comprendí que eso era lo que tenía que hacer. No recordaba con exactitud la última vez que, con mis hermanos, primos o amigos había jugado o reído. Allí estaba la respuesta. El equilibrio. Debía encontrar ese equilibrio en mi vida. Trabajar menos, jugar más. Volví emocionada por lo que había logrado. Ahora tenía que ponerme a trabajar en ello, es decir, a jugar en ello. Unos días después de ese viaje reorganicé mi agenda, prioricé las actividades que involucraban a familia y amigos, y ajusté los horarios de trabajo.  
Ahora sí, ya en casa, miro fijo a mis hermanos, sonrío, y les pregunto, ¿a qué jugamos?

3 comentarios:

Eduardo dijo...

holaaa, muy lindo tu blog!, se nota que te gusta escribir eh.
seguí así!
besos!!!
Eduardo

nacho dijo...

si lo escribiste vos, sos una genia..

y sino t faltó poner el autor..

beso bel!

Mica dijo...

se lo tengo que mostrar a mi abuelo :S te extrañoooo